Estando en
su apogeo la tercera guerra carlista, estalló en el país otra guerra civil: el
levantamiento cantonalista de 1873.
Confusamente
definida la doctrina federal y más vaga aún su praxis, la exacerbación de la
ideología produjo la revolución cantonal. El nombre de «cantón» revela la influencia
que los federalismos suizo y norteamericano ejercieron sobre el federalismo
español. El cantonalismo se extendió rápidamente por Andalucía y el Levante
peninsular: Cádiz, Sevilla, Málaga, Granada, Córdoba, Valencia... Pero donde
los hechos adquirieron gravedad inusitada fue en Cartagena, por ser base naval
poderosamente guarnecida y fornicada. Y porque la insurrección tuvo en Antonio
Gálvez Arce y en el general Contreras a dos jefes audaces.
Estos
acontecimientos históricos hicieron que fuera
muy necesaria e importante la presencia y la acción de la Cruz Roja en el Sitio
de Cartagena, ciudad en la que el «Landa murciano», Antonio Bonmatí y Caparrós,
desplegó una actividad reconocida más tarde por todos como de heroica.
El 12 de julio
de 1873 se proclamó en Cartagena el Cantón Murciano, pasándose al mismo la
poderosa flota anclada en el puerto y las demás fuerzas militares.
Previendo tal
hecho, la Comisión de la Cruz Roja de Cartagena se había reunido el 5 y delegó
todas las funciones en una junta de emergencia que fue presidida por Antonio
Bonmatí.
El sitio de
Cartagena duró exactamente 6 meses y la ciudad sufrió 48 días de bombardeo.
Dentro de ella, aislada, permaneció la Cruz Roja atendiendo sola la asistencia
de los heridos, ya que la sanidad militar y civil no existió.
Sería
interminable narrar, hecho tras hecho, todo lo realizado por el activo Bonmatí,
pero baste decir que paso por todas las situaciones agradables y desagradables
posibles que se pudieran imaginar. Desde ser detenido por los cantonalistas en
calidad de rehén, hasta ser llamado por estos para que se hiciera con toda la
asisten médica y sanitaria, de la ciudad, y, finalmente, como delegado neutral
para conseguir la Paz entre los dos bandos contendientes. l
No sólo se
actuó en tierra, sino también en las luchas navales que se sucedieron frente a
Cartagena.
La escuadra
de bloqueo estaba constituida por las fragatas «Victoria», «Almansa», «Carmen»
y «Navas de Tolosa», los vapores «Colón» y «Ciudad de. Cádiz», y las goletas
«Diana» y «Prosperidad». La fragata «Vitoria» era la que enarbolaba en su palo
mayor la insignia del almirante.
Los
insurrectos contaban en Cartagena con varios barcos, entre los que destacaban
la fragata blindada «Numancia» y las «Méndez Núñez» y «Tetuán», alas que hay
que agregar el entonces magnifico «Fernando el Católico». El mando de esta escuadra
lo asumió en un principio el general Contreras.
Era el día 11
de octubre del año 1873, cuando, ante la presencia cercana de la escuadra del
almirante Lobo, el general Contreras decidió salir a la mar y aceptar combate a
la flota sitiadora. Había intensa niebla y de cuando en cuando, fuertes chubascos
azotaban las cubiertas de los buques. El general Contreras contenía su orden de
marcha, en tanto no aclarase el día. A las ocho de la mañana se despejó algo el
horizonte y pudieron salir de la bahía. Todos iban animados de gran espíritu de
lucha pero el combate, que se desarrolló hasta las doce no correspondió al
entusiasmo de las tropas cantonales. A la altura del Cabo de Palos se
encontraron las dos formaciones navales y los insurrectos sufrieron numerosas
bajas, sobre todo a bordo del «Numancia» y del «Tetuán», que llevaron el peso
de la batalla. A las siete volvió a fondear en el puerto de Cartagena la
escuadra de Contreras, y en el muelle les aguardaba una seccion de la Cruz
Roja, al mando de don Antonio Bonmatí, que procedió a desembarcar y a hacerse cargo
de los muertos y heridos
Con grandes cuidados se verifico el traslado,
bajo una lluvia torrencial, al Hospital Militar de Cartagena.
Muchos
heridos graves pagaron con sus vidas la falta de los imprescindibles e
inmediatos auxilios médicos, inexistentes en la flota que se hizo a la mar por
inexcusable imprevisión.
Hondamente
impresionado por este estado de cosas, que hubiera podido ser atajado, el presidente
de la Cruz Roja de Cartagena, señor Bonmati, se. dirigió a la junta que regia
los destinos de la ciudad sitiada y le hizo saber que estos lamentables hechos
hubieran podido evitarse requiriendo el concurso de la benéfica institución ,Y
Se ofreció a prestar en el mar, a las flotas combatientes los servicios propios
de esta institución.
Nueve años
antes había sido otorgado el convenio internacional de Ginebra, el cual fue firmado
por España y a instancias suyas, ampliado en todo lo referente a las guerras
marítimas. El 20 de octubre de 1868 cristalizó este acuerdo con nueve artículos
sobre esta materia. Pero estas normas para la actuación de la Cruz Roja en el
mar jamás se habían puesto en práctica en el mundo. Correspondiendo a España el ser la primera nación que organizó los
servicios de un buque hospital.
Ya se habían
hecho las reparaciones precisas para hacerse nuevamente a la mar, en la madrugada
del día 13, la escuadra Cantonal. Iba dispuesta a enfrentarse, por segunda vez,
con la del almirante Lobo. La junta de los sublevados había adoptado todas las
medidas precisas para la buena consecución de la empresa. Entre ellas, y
teniendo en cuenta la proposición del señor Bonmati acordó dirigirse a la Cruz
Roja de la ciudad en los siguientes términos:
Por si
pudiese ocurrir el sensible caso de que al tener un encuentro nuestra escuadra
con la del Gobierno centralista ocurriesen lamentables desgracias que se
tuvieron en la expedición anterior, esta junta, confiada en el celo y el sentimientos
humanitarios con que se distingue esa Asociación, espera ponga a la disposición
de tan grande causa como es la de la humanidad, los hombres y elementos con que
pueda contar, a fin de que salgan en el vapor remolcador y presten, una vez más
un gran servicio a la humanidad.
Cartagena, 12 de octubre de 1.873
Los jefes
del Cantón Murciano pidieron a la Cruz Roja que organizara una ambulancia a
bordo de un buque neutral. El 13 de
octubre de 1873 es la fecha, pues, del nacimiento de la Cruz Roja en una acción
marítima; el vapor «Buenaventura» fue el buque neutral que enarboló la
insignia de la Cruz Roja y formando su tripulación, los 51 siguientes
asociados:
- Antonio
Bonmatí, que dirigió la operación.
- Benigno
Baeza.
- José
Martín Ortiz.
- Juan
Sánchez.
- Juan
Vidal.
- Andrés
Hernández.
- José
Parra.
- Enrique
Gómez.
- Antonio
Pina.
- Adolfo
López.
- Francisco
Ros Boñé.
- Francisco
Ros Lario.
- Juan Pomares.
- José
Álvarez.
La Cruz Roja
empezó a realizar su misión, haciéndose cargo del vapor de ruedas
«Buenaventura», remolcador del puerto de Cartagena, de 110 toneladas, cuyo
capitán, don Vicente Galán, se puso inmediatamente al servicio de la
Institución.
Con febril
actividad se instaló, con todos los elementos disponibles, la primera
ambulancia marítima, que dirigida por el señor Bonmatí, ayudado por trece
miembros de la Cruz Roja, se hizo a la
mar con el grueso de la escuadra cantonal, a las ocho de la mañana. El
«Buenaventura» izaba, junto con el pabellón nacional, la bandera de la Cruz
Roja. Por primera vez ésta hacía acto de presencia en un combate naval
dispuesta a cumplir su doble y arriesgada misión bajo la bandera de España.
El
«Buenaventura» salió pues a la zaga de la flota cantonal y se internó en el mar
más de quince millas, regresando a puerto a las seis de la tarde, después de
cumplir su primera misión marítima como hospital flotante.
El vapor de
la Cruz Roja inauguró así, no sólo en España, sino también en toda Europa, esta
nueva modalidad de socorro.
Finalmente y
en pleno asedio de Cartagena por las tropas del general López Domínguez, la junta
Revolucionaria encargó al señor Bonmatí para que, en nombre de la Cruz Roja, parlamentara
con el jefe del ejército gubernamental y ofrecer la rendición de la plaza. Pero
lo que aquí lo que nos interesaba era resaltar la mediación de la Institución.
Mediación que, tras varias reuniones más entre unos y otros, consiguió al fin
que el 13 de enero de 1874 se firmara la paz.
Fuente: Historia de la
Cruz Roja Española de Josep Carles Clemente.