viernes, 21 de junio de 2013

Cómo sobrevivir dentro de una burbuja de aire bajo el océano durante tres días

  • El nigeriano Harrison Okene permaneció 62 horas en el interior de un barco hundido.
  • Una reserva de aire le permitió aguantar vivo, en la oscuridad y medio sumergido.
  • Científicos calculan las condiciones necesarias para sobrevivir en esta circunstancia.

    El submarinista Nico van Heerden trabaja a 30 metros de profundidad entre los restos del buque AHT Jascon-4, un pequeño remolcador de la compañía Chevron que se ha hundido  en aguas del Atlántico, frente a las costas de Nigeria. Han pasado tres días y el objetivo es recuperar los cuerpos de los doce tripulantes que viajaban en su interior, aunque las condiciones climatológicas amenazan la operación. Van Heerden ha estado trabajando tres horas para abrir una de las puertas del barco y bucea entre varios de los cuerpos cuando sucede algo inesperado: alguien le agarra por el hombro. Presa del pánico, el buceador se da la vuelta y descubre que quien le está tocando no es un compañero ni un ente fantasmal, es un superviviente.
    Harrison Okene, de 29 años, era el cocinero del barco hundido. La madrugada del 26 de mayo de 2013 se encontraba en uno de los baños cuando un golpe de mar puso el barco boca abajo. "Me sentí aturdido y todo estaba oscuro a mi alrededor mientras me iba sacudiendo de un extremo del pequeño cubículo a otro", relata en The Nation. Desde allí, se arrastró como pudo hasta un habitáculo donde se almacenaba el último aire del barco y permaneció inmóvil a la espera del rescate. Inmóvil durante 62 horas.
    Durante todo ese tiempo, en calzoncillos, sin luz y medio sumergido en el agua, Okene rezó y repasó mentalmente las escenas de su vida.  En un momento determinado, comenzó a escuchar el ruido de los peces- tiburones y barracudas- que se estaban comiendo los cuerpos de sus compañeros. Más tarde escuchó el sonido de los buceadores al rescate y trató de llamar su atención golpeando la pared con un martillo, pero no le oyeron. La segunda vez que intuyó la presencia de los buzos no se lo pensó y se arrojó al agua helada. "Mis manos y pies estaban muy pálidos. Cuando lo localicé fui yo quien tocó al buceador, que se quedó impactado", recuerda. "Él estaba buscando y yo vi la luz, salté al agua".
    El problema de la burbuja
    La noticia de que había un superviviente corrió como la pólvora y la historia de Okene dio la vuelta al mundo, pero ¿cómo pudo sobrevivir a 30 metros de profundidad durante tanto tiempo? En 1991 el buceadorMichael Proudfoot pasó dos días en la bolsa de aire de un barco hundido frente a la costa de California, pero esto lo supera. Según relatan en Slate, cuando el físico Maxim Umansky, del laboratorio nacional Lawrence Livermore en California, leyó la noticia de Okene, se hizo la misma pregunta y la lanzó en un foro de científicos: ¿qué tamaño debe tener una burbuja de aire para mantener viva a una persona bajo el agua todo ese tiempo? 
    El principio por el que el aire quedó atrapado en el barco es el mismo que tiene lugar cuando sumergimos una campana en la bañera. El aire queda en la parte superior del habitáculo y de ahí se va escapando molécula a molécula a la superficie. Los humanos necesitamos 10 metros cúbicos de aire al día, así que para mantener 60 horas con vida Okene habría necesitado 25 metros cúbicos de aire retenidos en el interior del barco. Pero el cocinero se encontraba a 30 metros bajo el mar, donde la presión es de al menos cuatro atmósferas.
    Según los cálculos de Umansky, el suministro de aire de Okene habría sido comprimido por un factor de cuatro, lo que quiere decir que en vez de 25 metros cúbicos le habría bastado con unos seis. Es decir, habría sobrevivido con el aire contenido en un habitáculo de 1 metro de ancho x 2 de largo y 3 metros de alto, por ejemplo. A pesar de todo, el físico considera que el aire de otros lugares del barco debió filtrarse hasta su burbuja y que eso salvó su vida.
    A presión normal, el aire tiene un 21% de oxígeno, indica Jorge Sampedro, director de la Unidad de Medicina Subacuática de Euskadi, pero en el interior del barco Okene tendría aire con un 84% de presión parcial de oxígeno. "Lo malo", añade, "es que se concentra también el nitrógeno y pasarías a niveles peligrosos". En su opinión, y aún teniendo en cuenta la presión, los cálculos  de Umansky se quedan cortos: Okene necesitaría un mínimo de 10.000 litros (100 metros cúbicos) para sobrevivir dos días y medio, que ocuparían un espacio de 10x5x2m, por ejemplo.
    Por otro lado está la cuestión del CO2. Si estamos en un habitáculo cerrado, exhalando dióxido de carbono  con cada respiración, la proporción de CO2 se acercará poco a poco al 5%, cuando el sujeto empieza a sentirse confundido y finalmente pierde la conciencia. En un ataúd, por ejemplo, una persona puede producir niveles mortales de CO2 en alrededor de dos horas. El motivo por el que Okene no se asfixió hay que buscarlo en la manera en que  el CO2 se disuelve en el agua.  Siguiendo la ley de Henry, la solubilidad de un gas en el agua es proporcional a la presión, por lo que el CO2 dentro del habitáculo se fue diluyendo a mayor ritmo en el agua que le rodeaba. Y no solo eso, por el mismo principio, parte del oxígeno presente en el agua del mar se habría incorporado a su burbuja.
    Cómo salir a la superficie
    Otro detalle interesante sobre el caso de Okene es la manera en que pudo salir a la superficie con vida. “Afortunadamente”, nos explica el doctor Manuel Salvador, jefe de la unidad de Medicina Hiperbárica del Hospital General de Castellón, “cerca de allí había un barco con un 'complejo de saturación' y bajaron la campana seca hasta el barco hundido, le colocaron un equipo de buzo y sin variar la presión pudieron llevarlo a la superficie”. Un complejo de saturación es una especie decámara hiperbárica más grande en la que el cocinero nigeriano permaneció durante dos días y medio hasta que su sangre se normalizó.
    “Si lo hubieran sacado directamente desde los 30 metros de profundidad”, afirma el doctor Salvador, “no habría llegado vivo a la superficie, pues la sangre habría empezado a burbujear”. Al hundirse con el barco, el aire del interior se comprimió y condensó la burbuja que le salvó la vida. "Lo que ocurrió es que esta persona estuvo 60 horas respirando aire comprimido", especifica el especialista. “De modo que acumuló una cantidad enorme de nitrógeno en su cuerpo, como si respirara de una botella”.
    Esto tiene relación con algo que la gente no suele saber, relata el médico, y que sucede en el típico accidente del coche sumergido. “Si cae al mar, hasta que no se iguala la presión del aire y del agua no se pueden abrir las puertas”, explica el doctor Salvador. “La persona no se da cuenta pero está respirando aire comprimido. Si es una profundidad de seis o siete metros y esa persona toma una última bocanada de aire al máximo, al salir sufrirá una grave lesión pulmonar, porque realmente en sus pulmones hay mucho más aire del que cabe. Se dan muchos casos en los que los testigos aseguran que el conductor salió y luego se quedó muerto. Es por este motivo”.